El señor T espero una hora pacientemente a que cesaran los ruidos, gritos y pasos intensos en la calle : se levantó (con cierto dolor en la espalda) del sofá marrón desgastado y fue a por la caja de madera que le esperaba encima de la mesa .
"¿ No estarás pensando hacer lo de cada noche?" "- le espetó la señora T, desde el otro lado del sofá, con voz grave y desgastada.
Ella intentaba encontrar alguna emisora de radio en su malgastada y antigua radio de pilas, pero el esfuerzo parecia inútil y se dejó vencer sin luchar , dejando la radio en su regazo y sus manos, viejas y cansadas, se posaron en su cara, también vieja, cansada y triste.
Muy triste, demasiado triste.
El señor T la miró lacónicamente y pensó en todas las visicitudes que ellos, desde temprana edad, habían vivido. Nunca creyó que en su ancianidad, con el pelo blanco y la carne arrugada, sin fuerzas ni ganas, tuvieran que tener, de nuevo, la alerta en sus vidas.
Pero si, así estaban .
- Pues claro que si, cariño. Por si un dia vuelven- Cerró lentamente la puerta del comedor, tan viejo como ellos, con tanta vida y ,ahora, tan triste, atisbando de soslayo la lejana mirada de su esposa : seguramente ella estaba llorando.
"Por si un día vuelven".
El señor T, aún temeroso, salió a la calle oscura y desierta de su pequeña calle y recorrió, con su mirada gastada, las casas a su alrededor.
En la casa 3, porque lo sabía,su mirada se detuvo y rápidamente miró al suelo. Allí, en la oscuridad de la noche, entre escombros y vida en suspensión, los vió: una muñeca sucia, junto a un osito de peluche marrón de cabeza medio descosida. Estaban allí en contra de la voluntad de sus legítimos propietarios "De N y J “se dijo el señor T, recordando otros momentos mejores, limpando los juguetes y colocándolos,con cuidado,en la caja.
Su mujer remendaria el oso y él pondría la etiqueta; fecha ( del día que lo había encontrado) ,propietarios (algunas veces no lo sabía y entonces ponía la casa, o alguna referencia a ella, si podia) y estado.
Cuando la sirena del toque de queda sonó ,ya tenía dos ositos, un camión, dos coches y tres muñecas. Con la rapidez que su ancianidad le permitía, volvió para casa, donde su mujer lo miraría con tristeza pero, también, con la esperanza de devolver a los niños del barrio sus juguetes que no habían podido llevarse consigo.
Ahora ya tenían tres cajas llenas y, el Señor T,por dentro, se puso muy triste: ¿ que pasaría si alguno de los niños no volvía?
“ Van a volver” musitó “ van a volver”.
Me olvidé del juguete, by Pomona.
Para todos los niños y niñas que huyen de sus casas por la guerra.
Volveréis y tendréis vuestros juguetes. Y volveréis a reír, también.
Me dejó sin aliento...
Que hermoso 🥺
Hermoso. ¿Dónde jugarán aquellos que no pueden volver?